Había despertado de nuevo en un coche, solo que este no era el que había alquilado ayer, ni podría precisar un nombre del propietario. Tras el enfado que provoqué a Mecolay era muy probable que hubiese empezado a tomarme en serio, después de todo, le había salvado la vida.
Decidí lavarme y darme un afeitado en los aseos de la estación de trenes, portarme como el resto de mis compañeros, apareciendo para fichar temprano en la comisaría.
En la comisaría de 94, despacho de Voidrola:
― ¿Crimson?
― ¿Comisario?
―Me encantaría poder felicitarle por su hazaña de ayer. Sin embargo, me temo que no será la única. Prefiero ser considerado con la “performance” y aplaudirle a usted cuando todo haya concluido, ¿le parece?
―Está empezando a hablar como un comisario, Comisario.
―Y usted a parecer el mejor detective de 94…
Entonces escuché esa irritante vocecilla, un tanto familiar.
―Que bien. ¿Terminaron ya con los decoros? ¿Sí?
Mecolay había estado todo el tiempo en una ensombrecida esquina del enorme despacho de Voidrola.
―Tenemos tiempo para repasar sus incontables méritos Mecolay, no se encele…
Cada una de mis palabras le pesaba más a Mecolay, que me miraba con su respectiva frialdad, pero también, con un punzante y disimulado odio.
―Vaya, que sorpresa.- me levanté de la silla y le estreche su diminuta mano.
―Yo le dije a Mecolay que vendría. Le conozco bien Crimson y no me equivocaba. Según me ha dicho, tiene algo que contarle. Si me necesita venga a verme después, cuando hayan resuelto sus asuntos.
Voidrola se levantó, por vez primera desde que llegué a 94-14, de su afincada silla. Pero fue solo para invitarnos, a Mecolay y a mí, a dejar su despacho.
Por el camino a la cochera, Mecolay me contó que había obtenido algo de jugosa información. Al parecer, alguien se la había ofrecido por soltar a uno de los turcos que se llevó detenido la pasada tarde en Slutton. Información que preciaba de compartir conmigo. Lo más inquietante de aquello era su repentina amabilidad, junto a la ausencia de su socio Nikku.
―Ya verá. Ya verá. Me dijo que encontraríamos allí al asesino de los Cremi. Usted vendrá conmigo, así no me tendrá que andar vigilando. Le daremos barrote en conjunto.
Se metió en el coche tras revisar su pistola, casi más grande que él mismo, ofreciéndome después el asiento de copiloto.
―Siempre agradezco algo de acción, ya lo sabe. Pero dígame ¿Quién le ha pasado el soplo?
―Un anónimo.
― ¿Un anónimo? ¿Y si es una trampa?
―El turco que detuvimos sigue guardado. Si es una trampa le pienso correr el pleito.
―No importa lo que piense hacerle a ese turco. Verá Mecolay, si se la están jugando, como lo intentaron ayer en Slutton, es posible que ese turco que tiene enchironado no signifique nada.
―Ya, ya. Usted dijo que yo tenía mucha psicología ¿Sí? Y mi psicología me dice que el soplo era bueno. Pero, ¿De qué preocuparse? ¿Sí? Usted es mi ángel protector. Y que buenito que va usted conmigo.
―Espero que no acabemos necesitando todo un panteón de dioses guardianes…
Íbamos dirección Nutty, otro de los muchos barrios huérfanos de 94. Según se me había dicho, en Vortex encontraríamos al asesino de los Cremi. Por el camino, Mecolay insistió en poner algo de música:
―A usted le gustan los boleros ¿Sí? Le vamos a dar melodía al paseo, ya vera que lindo me suenan, ahorita que pulso aca…
“Camino Verde”, interpretada por Los Tres Diamantes, comenzó a sonar en el estéreo del coche.
Vortex era un recinto comunal para drogodependientes, una especie de capilla de la droga. Allí, decenas de drogadictos anónimos se reunían cada noche para gestionar su consumo, al margen de las calles y de la policía.
Al llegar, está vez delante de Mecolay, volví a convertirme en “boca fluorescente” Este no pudo evitar cuajar su opinión sobre mí:
―No sé qué le viene mejor, si ir de policía o de golfante.
―Está bien ¿Cuál es el plan?
―Pues va usted a entrar ahí, y a hacer de lo suyo ¿Sí? Pues así detectivea usted por ahí dentro ¿Sí? Y cuando lo tenga, me lo trae aquí para que lo llevemos junticos ante la justicia.
― ¿Cómo? ¿Usted no viene?
―No. Usted dijo bien, podría haber trampa. No va a ser necesario provocar la vibración del resorte. Si me ven a mí o a otros coches de policía, nuestro hombre se dará a la fuga y se acabó. Me entra usted y ya me lo descubre. ¿Sí? Además mire que Nutty no es territorio del Turco, aquí los turcos también resbalan.
Mecolay no era tonto, me estaba usando de cebo. Si las cosas se ponían feas, el esperaría a cubierto. Pero confiaba en poder llegar hasta nuestro hombre antes que me descubriesen, así que accedí. Me despedí de él, y me adentré en los callejones entre los que se hallaba el Vortex.