19/7/11

Crimson Woodstock : Ep 08 "La lógica de Plutarco"

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En las oficinas del club X:

―¿Quién demonios se ha creído que es amigo? ¿Batman?

―Plutarco le verá enseguida, acompañe a mi compañero por la escalera.

Los implacables matones de Plutarco, peinados y trajeados, con cierto exotismo en sus dispares rostros de sublime elegancia y belleza, indicaban al traficante el camino. Escoltado por uno de sus hombres, Chavancu atravesó toda la terraza de la discoteca, cruzando con infinidad de jóvenes toxicómanos que brincaban entre jadeos y sudor, a ritmo de tecno. Le indicó con el dedo el final de un elegante corredor, decorado de manera inmejorable y con infinidad de detalles, hacia una oficina donde le recibirían. Chavancu continuó su camino solo, para justo antes de entrar, escuchar la voz del hombre que le trajo:

―¡Señor! No olvide dejar la bebida en el suelo antes de pasar.

―¿¡Te parece bien en la moqueta!? La dejaré en la moqueta ¿vale Batman?

Al entrar, de manera brusca, quedó deslumbrado por la perfecta habitación y el imponente despacho que la ocupaba. Con cierto parecido al camarote de un capitán, completa en las mejores maderas, la oficina dejaba destellos del poder del hombre al que servía.
Tras cerrar la puerta, casi por inercia, Chavancu advirtió la silueta de un hombre esbelto, algo delgado y con pose elegante junto a las cortinas. De pelo rubio, joven, de mirada verde penetrante y algo severa, se acercó al despacho desde atrás, dando aspecto de gerente.
La excitación de Chavancu, que lucía su opuesto; algo gordo, con una camisa de colores chillones y de composición arriesgada, con sobresaliente bello en cuello y mangas, salió a flote:

―Plutarco. Vaya no sé qué decir… Supongo que ya te lo habrán dicho, pero yo no te imaginaba así.

―Ya veo.

La tranquilidad con la que se acomodó en su sillón, y la elegancia de su pose, parecían imponerse a la observación de Chavancu, que se vio sorprendido por la forma en que se mostró su misterioso anfitrión.

―No, sencillamente no te imaginaba así. El tipo grande, el “gran” tipo, al que media ciudad debe una felación y al que la otra media arde en deseos de dársela je je je. Te imaginaba más feroz, no sé…como ese lince disecado del mueble bar.

―Sus porcentajes son algo optimistas; sin embargo, tiene usted razón al hacer caso a su instinto, yo no soy Plutarco.

―¿Qué quiere decir amigo? ― la sospechosa sonrisa de Chavancu desapareció ― ¿Que acabo de hacer un viaje de cuatro mil kilómetros para hablar de negocios con un maniquí de Doce Algabarna?

―Curiosa comparación; sin embargo, yo soy los ojos, oídos y la boca de Plutarco y no necesita nada más créame. Es solo por precaución que adoptamos esta medida. No es solo por casualidad, que usted no conoce la imagen real de Plutarco.

―Si vale, escucha robot, corta ese rollo de –hep- Sin embargo… -hep- ¿Me entiendes?
Tu jefe me ha pedido toneladas de armas, y montañas de munición. Bueno, puedo hacerlo, pero como ya sabrás eso va a costar mucho dinero.

―El dinero no es problema. El problema es la educación, a la que usted obviamente no tuvo acceso.

―¿Qué quieres decir amigo?

―Que tendrá su dinero, en la forma en la que estime más conveniente, que Plutarco le envía saludos y que recoja su vaso al salir. Un placer hacer negocios con usted.

Cuando salía, notablemente irritado, Chavancu dejó escapar unas palabras antes de romper el vaso que dejó en la entrada, pateándolo con el pie.

―Me gusta verles la cara a mis clientes. Es por eso que he venido hasta aquí. No me gusta su empresa, me parece impersonal… Ah! El vaso, lo había olvidado…