26/2/13

Errores de ayer y de hoy, presentan:

Walter Frutita. Artículo original escrito para el diario inglés de colonación otomana.

El texto que leerán a continuación, escrito a modo de receta, no es sino un antiguo “conjuro”, un “ritual” o “hechizo” con el que su autor, un italiano cuyo nombre no ha podido ser concretado y que fue ejecutado por el tribunal de la Santa Inquisición se presupone a finales del siglo XVI, nos asegura, es posible invocar un Shutler, Gervasio o Shoockter. Idéntico o muy parecido al que se puede adquirir fácilmente por tele-tienda.

Si bien todo conocimiento místico o mágico son, en esencia, difíciles de probar o reprobar, en el caso del siguiente documento la fiabilidad es matemática y su resultado innegable. Quienes lo han transcrito dan veracidad a la revelación encontrada en el texto y aseguran, que siguiendo el procedimiento descrito, es posible no sólo contactar, sino traer un Gervasio de otra dimensión desconocida. Antes de que comiencen la lectura les recomiendo prudencia, hasta a aquellos que se consideren más incrédulos o suspicaces, pues recitar su contenido no es cosa de broma, y sin que tengamos porque seguir todo cuanto dicta al pie de la letra, es muy posible que comencemos a notar `pequeños cambios´ en nuestro entorno. Y es que el poder que encierra tan simple texto puede marcar un antes y un después en la vida de aquel dispuesto a leerlo. Están avisados:



Conjuro CLXXVII Cómo invocar un Sut-ler.
Ingredientes:

-botiquines
-encajes de bolillo
-una foto tamaño carnet hallada en la luna trasera de una furgoneta con el retrato de Juan `el barriga´  
-un mechero Clipper
-una medusa joven
-barro indeterminado
-pelos de tortilla
-tachuelas para cuero de cuerno pulido.

Si se quiere hacer la llamada a un Sut-ler ha de hacerse de noche. Hay que buscar el nacimiento de un rio, y con el viento de cara encender un fuego a pocos centimetros del agua. Cubrir el cadáver con las gasas, esperando a que suba la espuma para arrojarlo al agua. Si tenéis una flauta es conveniente tocar y descansar. Una vez luego, cogemos los pétalos y los masticamos mientras nos desnudamos. Ya desnudos y con la boca llena de flores nos vamos introduciendo poco a poco en el agua, junto al cadáver. Para que Gervasio pueda llegar es preciso ser pacientes, pues a veces un Gervasio puede tardar varios días en identificar al cadáver tapado por las gasas. Cuando lo haga, notaréis rápidamente un picor bajo, es señal inequívoca de que Gervasio ha comenzado su viaje de regreso a nuestro mundo. Tragaréis los pétalos y macharéis la cabeza del cadáver con los peces muertos que hayáis podido encontrar, hasta que la cara del cadáver se ponga rosa. Será entonces cuando entregareis el cadáver machacado a Gervasio, y este hará posesión de él, mientras vosotros recitáis a Wendy Sulca.


"De día, de noche                            
quisiera tomar mi tetita
de día, de noche
quisiera tomar mi tetita"
 
"Ricoricoricorico, que rico es mi tetitaa
mmm!! rico!! que rico es mi tetita..."

17/2/13

Becquer, Garcilaso y Lazário


Reunidos en el interior del monasterio, otro día más, consagrados a los rezos y alabanzas vespertinas propias  de los señores de alta alcurnia y distinguida clase, como los que allí se encontraban:

Becquer:  Debéis verter el contenido del vidrio inmaculado, sin dejar que este rebose de vuestra boca. Y hacedlo ya, mientras aún conserve su gélido hálito.   

Lazário sonríe estirando sus facciones y mostrando su dentadura propia de un mozalbete. Sus carcajadas son casi como la tos. Pero la atenta mirada de Becquer le impide relajarse y, en su viveza, empuja al muchacho a levantar el vidrio. Dejando caer de él un chorro que saborea con dudoso agrado; pues aunque su gesto y su sonrisa son el reflejo del disfrute, su paladar y su lengua le recuerdan que son pocos los caldos de monje que el joven había probado.

Garcilaso: Pronto haré ordenar que suenen las músicas y traigan las mujeres. Lazário, ¿Por qué no vas y te aseguras para nosotros una buena parte de los manjares que este sagrado lugar nos pueda ofrecer?

Aunque  la sonrisa de Lazário ya no luce al mostrar, y su lengua se aprieta con fuerza contra el dorso de sus dientes inferiores, es conocedor del invisible acuerdo al correlato. Monta silencioso en su poni girando su cabeza y la agacha, mientras escucha las carcajadas de quienes le miran sin mirar.
  
Ya en el banquete, Lazário comparte la mesa, mas no el plato, con quienes le instruyen en exageradas dosis de experiencia, educación y conocimiento. Les mira beber en sus gruesos cálices de plata, colmados de grabados con excesivo artificio. Y terminado el banquete, observa en sus caras hinchadas  y en sus sanguíneos ojos el avaricioso desafuero con el que sus tutores cometían la alcaldada.  

Garcilaso: Y en confianza os digo; nos vemos colmados por la vergüenza, el impudor de quienes nos denostran sin razón, sin motivo.  ¿Quién alza la voz para juzgarme? ¡¿Quiénes son?! Nadie puede. Pues es aquí, en este sagrado templo donde todos me tributan, que encuentro la paz. ¡Con vosotros, hermanos míos!