30/8/11

PANTENE PRO PANCHO y el cortijo de otra dimensión.

―Ahoiii Auiiiiii Aiiii ajee aje ajeeeee nainonaaaaaa.

Pancho, de luciente coleta y pelasso de cuarenta euros en peluquería, reinterpreta el flamenco obteniendo no el tono, pero la cara.

―ahouiiii aoiiiiihhh nainarononaaaaaaa. Que puro mi arma.

El camarero del bar que le atendía había agotado su cupo de sonrisas para todo el año.

―Pancho, aquí voy a cerrar ya. Vete ya.

Pancho, en camisa burdeos de toque aterciopelada, atusa su delicado pelo con sutil mano y sonríe.

―Zí, mehon me voy ya. Me acabo er “zoco” y me voy.

De camino a la moto que le llevaría a su hogar le llama su novia, sordomuda de nacimiento:

―¿Zi?
―uandch`o
―Dime, mi arma.
―enja da “elosoco” y nte.
―Zi, zi. Estoy ya montao en la moto, te cuelgo mehon.

De camino a la Esparpaha, localidad donde vivía la compañera sentimental de Pancho, a este le parece ver un cortijo donde siempre hubo un descampado. De pasada desde la moto, el cortijo le parece quedar atrás, a su derecha.
Decide dejar la moto en el arcén, sacar un chaleco reflectante de debajo del asiento y vestirse con el. Luego pasa la protección del guarda raíles y comienza a andar hacía atrás.

―No puede ze. ¿Aquí hay un cortijo? ¿Dezde cuando, mi arma?

Al recorrer varios centenares de metros, el cortijo se alzó ante él. De piedra blanca, con música que le brotaba del interior y un resplandeciente neón rosa en la entrada…

“Chicas Hot”

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