11/6/10

Poe King; La Locura te está llamando y tú sin bateria

Si alguien leyera alguna vez esta carta, sepa que está dirigida a usted.

Hola, me llamo Ruppert Luldick Jr. III, y el hecho de que esté leyendo esta carta prueba que mi muerte se ha completado, y que mi alma a sido al fin liberada. Pero para que pueda entender el por qué de está conclusión, permítame por favor que les cuente muy brevemente mi historia:

Yo era escritor, uno especialmente prolífico. Escribía cuentos de terror bien escritos y sin faltas de ortografía. Todos documentados en lo desconocido. Un buen día mi editor, un mostrenco descerebrado muy simpático llamado Flurry, me instó a que tomara narcóticos para escribir, como Poe o King, para que dotará a mis cuentos de un abstracismo más exagerado y visceral. Consideré que esto podía ser una buena idea y accedí. Al principió, mi editor me facilitó bolones de opio de Etiopía, que consumía algunas noches antes de trabajar. Aunque aquella droga expandía mi imaginación hasta casi tildar la autonomía que tiene nuestra realidad, a las pocas semanas, el efecto era en mi cotidiano y regular. Por consejo de Flurry añadí inicialmente absenta y láudano, para en meses acrecentar la lista con moctek y morfina. Cada vez que iba a escribir el vacilen era increíble. Iba por la mansión como un ciclista, dopado al máximo. El caso es que una noche, después de ingerir un colosal cóctel de estupefacientes me puse con el portátil, a escribir. La dosis desfasada no me sentó bien y sin nadie allí para ayudarme, de unas repentinas y extrañas fiebres que me dejaron casi inmóvil, empecé a delirar durante horas en estado semiconsciente. Durante uno de esos delirios mi imaginación compuso un rostro, hecho con pequeños horrores, infundado por los terribles miedos y la ansiedad provocadas por la situación tan ruinica en que me encontraba. Despues de que fuese originado, tuve la sensación de que aquello que inspiró tal rostro no procedía de nuestra realidad, y que para crearlo crucé la frontera que las separa. Pero al volver no me vine con la sola idea, me vine con el.

Ahora estoy encerrado en el cavernario ático que yo mismo mandé construir, sin apenas luz ni comida y con la cara de Aznar sin bigote. Créeme, es mejor así, de este modo solo encontraran mi cadáver y nadie tendrá nunca la cruel desgracia de encontrarse conmigo.

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