27/9/10

Los colores de mi estómago

Escribir con propiedad es un don que compete a quienes lo persiguen o trabajan. Escribir, para expresar y describir, solo para quienes tienen algo que contar. Lo mío es otra cosa; cojones de trol, serpientes de arroz S.O.S y globos oculares como huevos de codorniz barnizados.

Mis palabras se diluyen como el avecrem en el fondo de tu bol hirviente. Mis noches se evaporan con el bostezo de la mañana, mis ideas son exprimidas y sacrificadas en público, las que logran sobrevivir y convertirse en ideas, o las que logro salvar de la malformidad y el misentendimiento. No lloro, rio. Y rio, no charco. ¿Me sigues, tonto?

Bien, dicho esto, quiero agradecer a Nadie que lea este blog, a lisset por venir si avisar y salir, sin saber a qué vino. A Tortilla, que sirve la polémica en un espejo y la esnifa luego. Y a Jesús, cuya barba sin sal es lo único que le distingue de un naufrago de galeón francés, en barril de ron a la deriva. Sigo fuerte e intolerante, solemne y misógino, bárbaro enchaquetado de la más alta ralea. No se puede ser real sin mostrar lo que llevas dentro, me dijo el maestro tibetano del algoritmo, permíteme vomitarte…

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