24/10/10

Caroll Murmute: Un detective soporífero III

Tras la pista del acechador, conocido por todos como “chaqueta”, me dirigí en plena noche al Burger Clint del parque Acorcha, el que estaba junto al aeropuerto.

Las pistas aportadas por los testigos eran claras; un hombre de mediana edad, vestido con un traje de chaqueta azul marino, con un maletín en la mano izquierda y un pedazo de hierro oxidado en la otra.

Merodeaba a sus víctimas y las asaltaba, golpeándolas salvajemente, como un gorila.

Todos estaban asustados, todos menos yo. Chaqueta representaba la clase media moderna, algo que conocía a la perfección. Una serie de empleos repetitivos, mecánicos y mal remunerados habían afectado gravemente el cerebro de “chaqueta”, reduciendo bruscamente su intelecto y convergiendo en un mal incurable. Había perdido parte de sus recuerdos, casi todos, creo, salvo algunos programas del Discovery que había visto.

La jungla, los gorilas peleando... Sí, yo también tenía ese canal.

No sabía que le iba a decir cuando le encontrara en el parque. No sabía si quiera si le encontraría, pero cuando piensas en lo que te queda aun para la jubilación, en los hijos, en la hipoteca, en el paro, en la gasolina, en que todo lo ves desde un prisma de libertad al que restas 40 horas semanales, en las que todo el tiempo emplazado en ellas se resume a servir a unos señores muy ricos que quieren más. Cuando toda la mierda del sistema levita sobre ti, entonces sucede:

Te quedas así, “chaqueta”.

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